Próxima Estación: Jerez

Fue durante los últimos años de reinado de Fernando VII. Industriales y vinateros jerezanos y gaditanos como José Díaz Imbrechts o Marcelino Calero y Portocarreño, llegaron a obtener del monarca absolutista privilegios para construir “caminos de hierro” entre Jerez y El Portal -junto al muelle sobre el río Guadalete-,  y entre Jerez y Sanlúcar de Barrameda pasando por el Puerto de Santa Maria y Rota. Las peticiones fueron registradas en los años 1.829 y 1.830 respectivamente; cuatro años después de la inauguración del ferrocarril en Inglaterra.  Pero el tendido no se construyó en esa fecha ya que ambas concesiones caducaron. Habría que esperar 18 años, el 28 de octubre de 1848, para ver inaugurada la primera vía férrea en nuestro país: la que comunicaba Barcelona con Mataró.

Casi 30 años después, en 1857, prosperó finalmente la construcción de la línea férrea entre Jerez y Sevilla, casi en paralelo a la que unió Puerto Real con Cádiz. Estos trabajos acabaron cuatro años después, en 1861, constituyéndose la nueva sociedad explotadora, Compañía de Sevilla-Jerez-Cádiz, que había asumido previamente la línea Jerez de la Frontera a Trocadero.

Ya por esas fechas existía una pequeña estación en Jerez en un mínimo tinglado de madera y ladrillo, con un pabellón de viajeros con pilares de madera pintada y cubierta de teja ordinaria, muro exterior también de ladrillo y muelles techados para mercancías y locomotoras. La creciente pujanza económica derivada, principalmente, del comercio vinícola, imponía la edificación de una estación nueva. La compañía de los Ferrocarriles Andaluces encargó a su arquitecto, León Beau, que proyectara la nueva estación de ferrocarriles de Jerez. Beau levantó un edificio de piedra y ladrillo de 103 metros de planta a lo largo de las cuatro vías de servicio, dividida esta fachada en cuatro cuerpos: los dos extremos y el central, en doble planta.

El aumento del tráfico ferroviario –vinculado al índice de población que ya por entonces tenía la ciudad– , el proyecto nunca plasmado en el terreno de una línea hacia Olvera y la sierra gaditana, y las crecientes exigencias comerciales de Jerez y su comarca dieron lugar al planteamiento de una estación más espaciosa. Algo que se materializó durante la dictadura del General Primo de Rivera.

La compañía de los Ferrocarriles Andaluces encargó a Aníbal González y Álvarez Ossorio, el arquitecto más representativo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1.929, el diseño de la estación.

Aníbal González

El prestigioso arquitecto sevillano fue autor de la conocida plaza de España y de América de esta capital andaluza y planeó algunos de sus edificios creando un estilo muy peculiar, denominado sevillano. En Jerez trabajó en el proceso de transformación del convento y creación de la iglesia de las Esclavas (en la calle Chancillería, esquina con plaza de San Juan), junto a los arquitectos Francisco Hernández-Rubio y Aurelio Gómez Millán.

         En palabras de José Manuel Caballero Bonald, Aníbal González se inventó un estilo que, «(…) hizo furor, no solo en la capital hispalense, sino en su consabida órbita regional de influjos (…) toda la zona se pobló de azulejos, rejas y adornos esmaltados, que acabaron por ser tradicionales a fuerza de imponer un postizo pintoresquismo arquitectónico«.

 

La remodelación

Un estilo propio y singular que reflejó en el edificio que aún hoy podemos admirar. A raíz de la restauración efectuada a principios de los años 90, el arquitecto redactor del proyecto, Miguel Ángel Guerrero, señalaba a cerca de Aníbal González: «El prestigioso arquitecto, diseñó el edificio de viajeros como un palacete neorrenacentista andaluz, en una bella combinación que recuerda los estilos mudéjar y plateresco. (…) la estación de Jerez es una síntesis formal de la ciudad, de sus gentes y del ahora de sus vinos. Pero, a pesar de su deje folclórico y de su eclecticismo nacionalista, típico de los años veinte, es un edificio bello y elegante».

A lo largo de sus 90 metros de fachada, de bellísima traza andaluza, aparecen cinco torres entre las que discurren tres pórticos. Destaca la combinación del ladrillo rosado con los paños blanqueados; las rejas y la caligrafía de los azulejos de Triana con temas alegóricos sobre la industria y el comercio de la ciudad. Medallones con los escudos de Jerez y España presiden distintas grecas, mientras que personajes simbólicos de las ciencias y de las artes ocupan el muro principal del andén.

La citada remodelación del edificio, que finalizó en 1991, se enfocó hacia la consecución de un conjunto homogéneo. De un lado, la reconstrucción de elementos de reconocida valía o la interpretación de aquellos que con el tiempo habían desaparecido. Por otro, la adaptación de la estación de viajeros a los nuevos tiempos, dotándola de una sala de espera más amplia, cómoda y con aire acondicionado, aseos públicos dentro del edificio, mobiliario acorde con el conjunto y mejores servicios en general.

 

Cálidos recuerdos de una estación

Ir y venir de personas. Miradas perdidas que a veces se cruzan y se alejan.. Maletas y equipajes entre las piernas. Estudiantes, hombres de negocios, militares con petate, el último hippie. Paseos inconstantes mirando un reloj que cada vez marca más lentas las horas. Nostalgia ante la partida. Sensaciones y emociones entrelazadas sobre un andén frío, pero a la vez cálido. Una ojeada al edificio. El último café con leche antes de la partida. Una voz metálica que anuncia la llegada de un tren. Despedidas cargadas de buenas intenciones. Máquina y vagones que se aproximan sobre raíles paralelos. Un jefe de estación observa la escena. Gente que sube a un efímero y angosto habitáculo que les llevará a no importa qué lugar. Gente que desciende buscando con la mirada a su hijo, padre o marido. Abrazos y besos. Andenes vacíos y, a los pocos minutos, vuelta a empezar. Y en medio de todo, una cálida estación. Porque todas son así: cálidas, acogedoras. Quizás algo literarias. Hay algo de hogar compartido una estación. Refugio de viajeros que van o vienen. Escenario de despedidas y recibimientos, de recuerdos, de lágrimas y sonrisas…